miércoles, 14 de septiembre de 2016

Parte final de crónica XV años de Lunas

Crónica personal.
Patricia Karina Vergara Sánchez
pakave@hotmail.com
Parte III (Final)
…Para 2008 teníamos encima el saldo que resultó de haber recibido a mujeres trans en el espacio, lo que había alejado a compañeras combativas y muy visionarias políticamente y dejado heridas y rispideces. Al mismo tiempo, teníamos el saldo de nuestra visibilidad política en movimientos sociales, que a las lesbianas de un feminismo liberal incomodaban bastante y, como, además, significaba tratos despectivos desde la política LGBT clasemediera, también se alejaron de nosotras las lesbianas de pensamiento liberal, neo-liberal, a buscar su huesito institucional. Todavía las miro entre ellas peleando por un puesto temporal en espacios así de la tecnocracia de género o de cualquier lugarcito en los gobiernos locales de donde viven y en gobiernos federales (Que para mí el tema no es el lugar en donde trabajas, si no lo que haces con ello).
Total, que, al final, nos quedamos de nuevo las mismas poquitas locas de siempre, haciendo lo nuestro.
Como casi todas vivíamos en el Estado de México, pero en puntos bien distantes, nos empezamos a idear que los talleres y círculos de trabajo fueran hacia nuestras zonas. Pensados para compañeras que eran estudiantes o las que trabajan, por ejemplo, en la gasolinera o son meseras en un lugar de nuestras zonas para quienes a veces nos es difícil pagar el transporte y por lo tanto es difícil acceder a información o actividades ya que todo se centralizaba en la Ciudad de México. Así, nos inventamos 10 sesiones de saberes lésbicos, círculos de trabajo. Tenían que ver con reflexiones sobre lo lésbico, salud, estrategias legales por la represión lesbofobica en las calles en esos momentos y dependiendo de la zona, autodefensa y feminismo. La idea era colaborar con otras en los entornos lésbicos donde vivíamos y ayudar a que las lesbianas de nuestras zonas nos conociéramos y articuláramos. Y así fuimos, primero a Cuautitlán Izcalli, luego a Ecatepec y a Ciudad Nezahualcóyotl. En esa época se sumó Kitzia a nosotras.
Ese año la única financiadora de mujeres en México nos buscó y nos ofreció financiarnos alguna propuesta. El acercamiento fue muy cordial y se presentaron como solidarias compañeras feministas, nos propusieron apoyarnos en lo que estábamos haciendo en ese momento y ayudarnos a registrarnos legalmente como una A.C. haciéndonos ver que el estar constituidas como A.C. significaba protección legal para nosotras y las que se acercaran a nosotras y… aceptamos.
No dudo de la buena intención de algunas de las que trabajaban ahí al hacernos esa invitación y sé que en su momento creímos que era una buena opción, por ello, al paso del tiempo, hacer un balance justo de lo que sucedió tras haber recibido ese dinero, es complicado. Del dinero que recibimos, la mitad se gastó en los trámites y cosas que tenían que ver en la constitución de AC y en el pago de impuestos (que ahora sé que fue mucho, pero no sabíamos que se hacen triquiñuelas para no pagar esos altos costos). Compramos dos escritorios, una computadora y material de papelería. Tanto material que 8 años después seguimos teniendo -en 2016- hojas blancas, tachuelas, cartulinas y algunos otros materiales que se vienen usando en los talleres, círculos de trabajo y eventos que se hacen cada 15 días y, a pesar del uso continuo, no se ha terminado.
También, es cierto que pudimos difundir por diversos medios pagados en esas zonas nuestro trabajo y para los círculos de trabajo en el Estado de México el apoyo nos permitió menos peso en el gasto de transporte de unas y otras y hasta comidas. Así mismo, pudimos ofrecer a las asistentes trípticos y el regalo de lo que llamamos una “biblioteca solidaria” que consistía en 10 tomos de fotocopias de textos feministas, desde el Segundo Sexo de Simone de Beauvoir hasta el Triunfo de la Masculinidad de Margarita Pisano, y poesía de Rosamaría Roffiel y Gioconda Belli y otros que nos parecían indispensables.
Otra cosa cierta es que el estar constituidas legalmente (por supuesto que no escribiré aquí cuál es el nombre legal) nos ha permitido extender cartas de recomendación, cartas de experiencia laboral y de aceptación para compañeras que solicitan empleo u otras formas de apoyo con esa documentación, así como acompañar a otras en situaciones muy puntuales de enfrentarse al sistema legaloide nacional.
Sin embargo, también significó un trabajo extra que no le deseo a nadie, mientras en todo el trabajo anterior y posterior bastaba con ponernos de acuerdo sobre lo que había que hacer y hacerlo, aquí hubo que entregar informes sobre lo que se hacía, porqué y para qué y en qué se gastaba cada centavo de productos que tenían que ser comprados en sitios que emiten comprobantes fiscales -los cuales generalmente son sitios de lujo o con prácticas de explotación laboral que normalmente no serían en donde obtendríamos materiales-. Informes agotadores y con indicadores construidos para una satisfacción de exigencias administrativas, muy lejanos de la subjetividad y a aquello que no son números, pero sí el brillo en los ojos de las mujeres cuando encontramos entre todas, lo que permite entender para nosotras si tiene o no sentido lo que estamos llevando a cabo. En fin, trabajo extra, mil horas sentadas, desgastadas. Sé que hay quienes lo asumen como modus vivendi, pero no es algo que, al menos yo, desee de nuevo.
Otro costo de ese proceso fue que al ser dadas de alta ante el fisco tendríamos que entregar informes fiscales cada mes. Cosa que no hemos hecho dese entonces porque no hemos vuelto a tener un financiamiento de nada, porque ya aprendimos la lección y por falta de recursos para pagar asesoría fiscal y por falta de ganas y una resistencia… en fin, que gracias a ese apoyo y a nuestra negligencia estamos en líos fiscales. Más allá, ¿a quién le sirve y para qué el que las organizaciones de mujeres se constituyan fiscalmente? ¿Para qué el incentivo a someterse a esas formas de control?
Entre los cobros que se nos hicieron por haber aceptado ese financiamiento es que a partir de él. pretenden deslegitimarnos cuando hablamos de la necesidad de organizarse autónomamente en el feminismo y lesbofeminismo. Sobre todo, las que se sienten aludidas, funcionarias públicas u otras que ni lo son pero sueñan serlo, cuando cuestionamos las prácticas que implican alojarse en hoteles de cinco estrellas y comer salmón para debatir sobre muerte materna en zonas de pobreza extrema o cuando dicen: “mejor me lo como yo a que se lo coma un funcionario de gobierno”. Cuando expresamos propuestas de organización autónoma o trabajo para autogestionar los modos de organizarnos, nos pretenden decir: “No pueden hablar porque hace seis años tuvieron un financiamiento”. Como si “acusándonos” se anulara la importancia de cuestionar cómo estamos construyendo la política que hacemos; la importancia de trabajar para liberarnos colectivamente en las organizaciones sociales de todo tipo de la injerencia de estados, del Estado, del Fondo Monetario Internacional y de fundaciones como Ford y Rockefeller que, con prestanombres, son las que general y finalmente ponen el dinero por el que las ONGs compiten entre sí y las que deciden a quién se les da, a quien no y por qué y para qué…dictando así en lo que ocupamos nuestros tiempos y nuestras rebeldías.
Hay otro costo que merece mejor reflexión que una breve narración y que no es un costo único para Lunas, pero que es importante mencionar, en espera de un mejor abordaje en otro momento y estoy hablando de lo que pagamos en 2010, como movimiento lésbico ante la total falta de ética de las financiadoras. Si el decidir a quién y qué se financia, ya es una toma en sí de postura política, el pretender decidir cómo deben organizarse los movimientos sociales es ya vergonzoso. Las vi hacerlo muy claramente en el 2010. Ellas (los fondos de mujeres, incluida la financiadora mexicana) decidieron de alguna manera que las mujeres trans deberían ser incluidas en los encuentros lésbicos. Tal vez, porque es como esas funcionarias entendían la “diversidad”; Tal vez, porque para ellas era lo conveniente o, tal vez, porque alguien les mandó que así sucediera, sin importarles los procesos de las organizaciones y colectividades. Para ello, cuando se llevó a cabo el Encuentro Lésbico de América Latina y el Caribe en Guatemala, con un despliegue de recursos económicos que implicó pagar pasajes de avión, hospedaje, comida, traductoras, decidieron hacer cinco días antes del encuentro unas jornadas con los grupos lésbicos que ellas financiaban en América Latina y con grupos de mujeres trans en toda la región, de “sensibilización” sobre “el tema trans”. Es decir, antes de que se llevara a cabo el encuentro estaban dictando qué política querían implementar. No se conformaron con ello, algunas integrantes del staff de las financiadoras/fondos de mujeres participaron en el encuentro como si su palabra y presencia no tuviera un peso específico de poder por ser las que otorgaban dinero a quienes participaban ahí. Incluso tenían el atrevimiento de decir lo que se debería o no hacer. Falta de ética total.
Eso se tradujo en un conflicto interno terrible dentro del Encuentro donde había quienes por reflexión propia y otras por la presión de las financiadoras tomaban una postura y había quienes resistíamos a la imposición. Ese encuentro significó un quiebre político importante en el movimiento lésbico de la región. De tal manera que para 2012 se llevó a cabo un encuentro, casualmente muy financiado, de “diversidad sexual” y en Bolivia se llevó a cabo un encuentro Lesbofeminista. Fue un quiebre histórico importante del que todavía se arrastran muchos conflictos.
IV
Volver a México después de ese des-encuentro, significó cuestionarnos un montón de cosas sobre el lugar y la forma que queríamos hacer las cosas y con quién vincularnos políticamente y para qué. Por ello, a partir de 2011 Lunas fue desechando poco a poco prácticas que en otras colectividades son frecuentes, pero que no siempre nos hacían sentido:
1.-Dejamos de saltar a la “urgente coyuntura política”, porque siempre hay coyunturas y siempre son urgentes y, sin embargo, obligan a actuar de manera reactiva, de tal forma que termina siendo de nuevo el sistema quien impone nuestros ritmos y temáticas ante sus acciones. En broma hemos dicho que parecería que el activismo es “estar activa” en cualquier cosa y creemos que no tendría por qué ser así. Ahora, nuestras acciones obedecen a objetivos concretos que ya no son reacción, si no propuesta y sólo en momentos muy concretos nos sumamos, o deslindamos visiblemente, de acciones amplias feministas, lésbicas o de otros movimientos sociales.
2.- Dejamos la manta con el logo en casa. Cuando ocurre que son eventos en donde las organizaciones portan orgullosas sus mantas, a veces algunas de 3, 5 o más metros, con el logo y nombre de su organización -cual concurso de falos-. Nosotras sabemos que no necesitamos demostrar que estuvimos ahí. Estamos, hacemos lo que nos corresponde desde nuestro análisis político y es todo. No buscamos un puesto político, ni representatividad en un congreso, ni tenemos que justificar ante el partido o la organización qué hicimos o a quién representamos, ni peleamos por el micrófono, así que no es necesario. Sabemos quiénes somos.
3.- No participamos en eventos de autoconsumo. Es decir, en fechas significativas, como el 25 de noviembre, por poner un ejemplo, en donde la gente va a encontrarse con sus amigues y a gritar sus consignas en espacios que, finalmente, son de afinidades, nosotras nos vamos a un mercadito o afuera de un metro por la noche a poner tendederos con ropa que lleva escritas consignas respecto del feminicidio, siguiendo con los ejemplos, y al amanecer vemos a la gente sorprendida comentando sobre el tendedero, deteniéndose a leer lo que escribimos, contando un caso que les ha pasado o del cual saben. O, hacemos un ritual donde han asesinado a otra mujer en nuestras calles y charlamos con la gente que pregunta y nos comprometemos a traer más información o a dar un taller la siguiente vez o aquello que las mujeres de la zona sugieran, explicamos porqué nos importa esa fecha, porqué lo hacemos ese día y sobre la organización local autónoma como posibilidad concreta, tan concreta y real que esa charla con la señora que vende periódicos es resultado de esa organización y entonces puede sumarse la señora que vende tamales o la marchanta que va pasando y platicamos todas juntas muy sabroso y hacemos intercambios de opiniones y de saberes y nos invitan para otra vez.
4.- No nos interesa ser multitud, nos importa más que estás cuantas tengan un espacio propio y de confianza, quien se integra tendrá que saber que lo que hacemos no es un camino de popularidad. En 2010, Mel se sumó a nosotras; Alma, hace tres años; Gloria hace uno.
5.- Así, pasamos en estos últimos años a un lesbofeminismo de lo concreto y lo callejero.
Hacemos acciones feministas en la calle, poco mediáticas pero significativas para nosotras y, esperamos, para aquellas con las que construimos interlocución directa, visual o simbólica. Feminismo Callejero.
En lo concreto, Seguimos haciendo talleres-círculos de trabajo cada 15 días, a veces son sólo para responder a necesidades nuestras y de nuestros procesos de vida: Amor, apego, desapego, genealogías feministas, escritura, salud, uso de plantas medicinales y teoría política. A veces, son para saber más sobre situaciones nacionales o internacionales que nos preocupan y cómo participar en ello. A veces, son actividades lúdicas. Frecuentemente se abren a otras lesbianas, ocasionalmente a toda mujer que quiera asistir, otras son sólo íntimas.
Ha habido periodos en los que nos hemos dedicado muchas sesiones a hacer comida y apapacharnos. En ocasiones yo me enojaba porque sentía que nos desactivábamos, hasta que me hicieron ver que el dedicarnos a querernos por una temporada también es político, muy político. Hemos hecho gorditas y pasteles, comido pizza o nos hemos dado masajes colectivos unas a otras, lo que alguien llamó, sexo colectivo seguro.
En lo concreto, también, acompañamos a compañeras que llegan por diversos medios en situaciones de violencia, En ocasiones, a irse del lugar de violencia; en otras ocasiones, a buscar formas de justicia (que no narraré aquí).
Hemos vivido también violencia dentro; traiciones; alguna que se acercó diciéndose lesbiana sin serlo, pero le sirvió para obtener becas y ciertos beneficios; quien ha dicho ser de las nuestras involucrándose en partidos políticos a nuestro nombre; quién ha hablado mentiras porque no la quisimos en nuestro espacio -justo por sus formas-; quién ha pedido financiamientos a partir de actividades que nosotras hemos gestado, … En esos casos nos ha tocado acompañarnos entre nosotras, hacia dentro, llorarnos, cuidarnos, hacer nuestras formas de justicia, recomponernos y recordarnos que esas palabras o esas acciones les pertenecen a las personas que han hecho daño. No son nuestras, no nos pertenecen, que se queden con quien las ha generado. Nosotras seguimos creyendo que tenernos, unas a otras, es importante.
En fin, lesbofeminismo callejero y de lo concreto. Feminismo de encuentro en la calle con la otra y del abrazo necesario en el momento necesario.
¿Qué es Lunas, Lesbianas Feministas?
Muchas veces lo decimos, todos nuestros labios lo han enunciado en algún momento, pero escribiendo este relato le doy para mí, un sentido más profundo:
Lunas tiene una doble naturaleza: es isla y es refugio, isla-refugio.
Cada 15 días, o cada semana o durante un campamento o durante un fin de semana o realizando una acción callejera...En esos lapsos de tiempo construimos un lugar que es sólo nuestro.
En este lugar nos encontramos, a partir de tres elementos en común:
1.- Las historias de vida que compartimos aquellas que tenemos una vulva como característica anatomo-fisiológica en común.
2.- También, compartimos aquello que tienen nuestras historias similares de opresión sistémica sobre nuestras cuerpas como realidad histórica-material.
3.- Sobre todas las cosas, compartimos la desobediencia y diferentes estrategias para desobedecer, desafiar y golpear al heteropatriarcado escrito en las historias de nuestras cuerpas y de nuestras realidades históricas-materiales. Si los dos puntos anteriores nos hacen coincidentes, el desafío a la heterosexualidad obligatoria nos hermana.
Las diferencias entre nosotras son explícitas, podemos ser trabajadora doméstica, pintora o tener un doctorado. Podemos tener 19 o 55 años o sentidos del humor muy distintos. La magia es cuando, con las diferencias explícitas y buscando hacer algo con ellas, estando juntas -tan distintas y tan cercanas- construimos este refugio.
Un lugar, unas horas de realidad autónoma, autogestiva y autodeterminada.
Sin la mirada-tutoría masculina, sólo con nuestres niñes cuando están pequeños y necesitamos llevarlos.
Sin alcohol ni drogas.
Sin tener que pagar por estar en un sitio.
Sin permiso de nadie.
Así, esta isla robada al tiempo-espacio nos permite el estar entre nosotras, interlocutar entre nosotras, proponer entre nosotras.
Cuando Lunas es refugio, nos lamemos las heridas, nos inventamos estrategias, hacemos teoría, compartimos recetas de cocina y de remedios con hierbas o nos enseñamos a conducir auto unas a otras, rayamos una pared o debatimos y luego, fortalecidas, podemos ir al mundo a patear un poquito al patriarcado, sabiendo que siempre habrá a donde volver cuando parece que de nuestras bocas salen sapos o alrededor dicen que estamos locas porque no nos halaga ser cosificadas o porque rompemos los estereotipos de todo lo que “deberíamos ser”.
Algunas lunas están puntualmente en cada cita, alguna llega siempre una hora antes, otras llegan dos horas tarde, unas llegan cada dos meses y otras cada dos años. Otras mandan comida o ropa cuando saben que alguna está en problemas. No hay lista de asistencia, las puertas siempre quedan abiertas.
Lunas es, también, bastión que existe y resiste porque lo necesitamos como estrategia indispensable en esta guerra declarada en donde a las que tenemos esta cuerpa, los que se dicen feminismos, pero son refritos neoliberales, nos están con-venciendo de que la opresión es placer; en donde las opresiones imbricadas todos los días nos esclavizan a través de nuestro trabajo en el afecto y cuidados; el sistema económico nos explota en el trabajo de la producción capitalista y en donde nos torturan y asesinan para el sádico placer patriarcal.
Lunas, Lesbianas Feministas es refugio. Lugar en donde sanarnos, reconocernos, querernos, descansar, recuperarnos, tomar fuerza y, luego, tomar nuestra rabia y nuestro amor y salir con todo ello al mundo a tratar de construir más refugios y otros pueblos y otros mundos, en donde no necesitemos ya trincheras-refugio.
Esta es, finalmente, nuestra la isla de Lesbos soñada y, es que, no podemos esperar a que sea algún día. Audre Lorde, dijo: “La vida es muy corta y lo que tenemos que hacer se debe hacer en el ahora”. No es justo estar esperando a que la utopía llegue algún día. Por ello, con los recursos y modos que sabemos y que tenemos, hemos hecho de este lugar que se construye a base de presencia colectiva, nuestra isla separatista-lesbofeminista. Así es, es ahora, es nuestra y…Es hermosa.