Parte II
XV AÑOS DE LUNAS.
Crónica personal por entregas.
Patricia Karina Vergara Sánchez
pakave@hotmail.com
XV AÑOS DE LUNAS.
Crónica personal por entregas.
Patricia Karina Vergara Sánchez
pakave@hotmail.com
¿Qué es Lunas, Lesbianas Feministas?
….Para el 2004-2005-2006 hasta 2007, paralelamente a los procesos participativos con movimientos sociales, seguíamos trabajando en espacios de hacer político LGBT y de la diversidad sexual.
Eran procesos muy complejos pues la misoginia de algunos gays causaba muchos conflictos hacia dentro y hacia afuera de Lunas, pero en esa época creíamos todavía en la importancia de articularnos con ellos. Poco a poco, iba siendo más desgastante esta dinámica. Fuimos encontrando demasiados personajes derrochando sexismo y misoginia para quienes las lesbianas éramos aptas para servir el café o pegar los carteles para la marcha, pero ellos querían tomar el micrófono y las decisiones. Hasta que un día, debió ser a mediados del 2006, en una reunión en donde se pretendía organizar un frente más politizado, de “disidencia sexo genérica” se le llamaba entonces, un hombre gay, de los “fundadores del movimiento” enunció en la mesa, luego de la participación de una compañera de otro grupo lésbico: -Ay, siempre las lesbianas tienen que venir a complicarlo todo con sus demandas, las lesbianas siempre lo echan todo a perder-. Una compañera, que ya no participa en Lunas pero que fue muy activa en su momento, se levantó de la mesa y se retiró. Otra compañera y yo salimos tras ella un poco aturdidas. Creo que, tras esa gota de derrame, se sucedieron discusiones muy intensas que fueron construyendo los argumentos nos alejaron del todo de las políticas gays. Me permito aquí comentar que lo que desde la lejanía política alcanzo a observar es que esta relación política en México gay-lesbiana no ha cambiado demasiado en 10 años.
Por esos mismos años, algunas compañeras trans comenzaron a participar en Lunas. Fue un momento de mucho impacto interior. El 50% de las lesbianas que participaban en el espacio virtual se retiraron y, por consiguiente, de los espacios físicos. Querían un espacio exclusivamente lésbico. Yo fui de las que argumentó que el hecho de que participaran compañeras trans no hacía que dejara de ser un espacio lésbico y no dejaríamos de discutir temas lésbicos. Alguna de esas compañeras trans y yo fuimos muy amigas, muy cercanas. El saldo de esa experiencia aún me es difícil escribirlo porque implicó muchas heridas para amigas que estimo. Fue una época en donde hablar de nuestras cuerpas era censurado porque no “incluía” la experiencia de ellas. Pero, cuando se ponían a discusión terapias de reemplazo hormonal se nos pedía no opinar sobre aquello de lo que no estábamos lo suficientemente informadas; en varias ocasiones, alguna de nosotras decidió no salir con una trans y fue acusada de transfobia. Parecía que en esos casos un no, no era válido. Numerosos desencuentros, algunos obedecían a modos distintos de ser y estar y otros a francos lugares políticos antagónicos. Fue una etapa muy dura y no sé bien cómo sobrevivió Lunas a ello. Al final, se tensaron tantos las cosas, nos sentimos tan exigidas de trabajar creando un espacio para que estuvieran cómodas y atendidas las necesidades de ellas más allá de nuestros deseos y de nuestras fuerzas, que terminamos cortando vínculos y reagrupándonos de nuevo las que quedamos. Nos lamimos unas a otras las heridas y…continuamos.
Hay algo que he contado alguna vez en un taller, pero quiero dejarlo nombrado, en la espera de retomarlo en otro tiempo para un análisis con cuidado. Con esa mujer trans que fue muy amiga cercana no tuve un “rompimiento”, simplemente al no estar en espacios conjuntos poco a poco dejamos de vernos. A principios de este 2016, mientras esperaba yo en el andén del metro, un hombre me abrazó, me dijo que estaba contento de verme, que ya había decidido vivir como * su nombre masculino, que seguía trabajando en lo de siempre (un muy buen sueldo) y con la familia de siempre y me dejó su teléfono. Nos despedimos prometiéndonos un café. Tomé todavía un poco de tiempo en reconocer que se trataba de esa que fue amiga.
En esos mismos años, grupos lésbicos del Distrito Federal organizaban talleres y actividades en antros de la Zona Rosa. Muy apto para los intereses del más poderoso empresario de la diversidad sexual, en ese entonces (por cierto, un pedófilo al que nadie toca). Al principio se organizaban los talleres para lesbianas y luego se les invitaba a quedarse a beber algunas cervezas, luego se inventó que destinarían un día del antro dedicado exclusivamente a las lesbianas. ¡Qué amables, ocupándose de la convivencia lésbica! No iban a dedicar el viernes o el sábado a ello porque eran los días en que los gays consumidores con más poder adquisitivo ocupaban el antro. Entonces, dejaron los jueves lésbicos, para que las lesbianas consumieran, quise decir…para que convivieran. El negocio era redondo: el jueves, un día que antes era malo en venta de alcohol, ahora atraía mujeres a espacios para ellas y las emborrachaba. ¡Cuánta inteligencia de les empresarios para crear nichos de mercado!
Eran tan listos les empresaries que, cuando en medio de la lógica de antro, alcohol y otras sustancias se dieron escenas como de conflictos muy serios, heridas emocionales y físicas y lesbianas rompiendo a otras botellas en la cabeza, lo que hicieron fue pedir financiamientos internacionales para hacer una campaña de prevención de violencia entre lesbianas… Negocio del todo redondo.
Por ahí parece que la brillante iniciativa se repite ahora que se ha construido el mercado violeta en México, no cabe duda que la historia vuelve una y otra vez.
En alguna ocasión, un hombre que puso un antro gay que pretendía competir con el poderoso principal empresario de antros gay, llamó para saber si estaríamos interesadas en realizar los talleres y eventos de Lunas en el espacio que abriría “podemos hacer la competencia”, dijo. Ahí nos dimos cuenta el nivel en que esa creación de nicho de mercado lésbico había abaratado nuestros activismos, tanto, que se confundían con relaciones públicas o estrategia mercadológica.
Sabíamos que eso no era lo lésbico y que ese no era el feminismo que queríamos. Un 8 de marzo, en un evento para mujeres en el Zócalo había una serie de estands de grupos lésbicos. Por supuesto, se repartía un montón de propaganda del antro de su preferencia y vales de descuentos en el consumo de cervezas. No recuerdo quién fue, pienso que Miriam o una compañera que se llamaba Tania, tomaron un papelógrafo y escribieron con letra fea:
“Si eres lesbiana y únicamente te interesa el antro, ligar y chupar, Lunas no es el espacio que buscas”.
Lo colocamos en el centro más visible del stand. Por supuesto que ese papelito arrugado y sin el colorido que los plotters colocados por los antros, significó mucho enojo en los otros stands, pero también significó un lugar o un NO LUGAR político donde nos reconocíamos y también implicó curiosidad en la gente y comenzamos a platicar con las mujeres que se acercaban de cómo concebíamos el mundo.
Por mucho tiempo, años tal vez, usamos como firma esa consigna.
Además, dio lugar a muchas, muchas discusiones sobre lo que significa la cultura de encontrarnos en espacios empresariales como los antros, qué es divertirse como el sistema dicta, cómo al sistema le conviene tenernos aturdidas y en realidades alteradas alrededor de las discusiones y acuerdo políticos.
Hemos tenido sesiones de charla en donde ubicamos el tejido estrecho entre estas lógicas y la violencia directa contra las mujeres, pero también con la venta de alcohol ligada a los bares y antros donde el comercio de los cuerpos de las mujeres es de muchas maneras y no podemos dejar de verlo. Además de la publicidad sexista ligada a esos mercados.
También reflexionamos sobre la forma en que se ha dominado a los pueblos originarios a partir del fomento al alcoholismo y a otras adicciones, fenómeno que se repite en las luchas ecológicas, sindicalistas y en general en los movimientos sociales en sentidos muy similares.
Ahora mismo en México, qué significa que tantas lesbianas y feministas estén enganchadas a diversas sustancias como los ácidos y a la cocaína. No es casual. Es político.
Otra reflexión al respecto tiene que ver con análisis a nuestras historias de vida personales en donde nos preguntamos qué significados en la construcción de género se da a la primera copa de alcohol que se le hace beber a una mujer, qué significa, qué implica. En las sociedades patriarcales qué objetivo se persigue cuando se le da de beber a una mujer. A quién y para qué le sirve una mujer con los sentidos alterados en espacios inseguros como lo son los antros, las fiestas, las calles (el mundo)… Así como se fomentan cuerpos cada vez más débiles, ropa menos cómoda, zapatos con tacones que son grilletes… a quién le conviene nuestros cuerpos entorpecidos y nuestras mentes confundidas. A quién le conviene tenernos físicamente dominadas.
En fin, que, por ser crónica, que ya no está resultando tan breve, necesito remitirme a que fue en esos años que decidimos desairar al sistema, decidimos que podíamos divertirnos también fuera de los mandatos del sistema y desde entonces no hay alcohol ni drogas en los espacios de trabajo de Lunas ni en sus fiestas y tampoco nos “invitamos"· después del taller o el evento a un bar o un antro.
Así, hemos construido nuestra forma de estar alegres, que es otra forma.
En 2006, éramos parte del sector de las mujeres organizadas adherentes a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona y al Sector de la disidencia sexo genérica de la otra campaña.
La reorganización y respuesta a la represión que vivimos en Atenco a manos del gobierno mexicano y el año posterior de lucha por la libertad a las presas políticas demandó prácticamente todos nuestros esfuerzos. Aquí me gustaría mencionar que resultó muy interesante como una parte importante de la “comunidad LGBT” que demanda inclusión y derechos civiles y respeto y bla, bla, bla… condenaba a los campesinos por defender su tierra y a las organizaciones civiles por solidarizarse, hubo “activistas” que incluso festejaron la represión. En todo caso, en su gran mayoría guardaban silencio.
Ese año, otra vez fuimos, entre otras, a la marcha del orgullo gay… junto con otras organizaciones de disidencia sexo genérica a hablar de la represión, a visibilizar la represión.
La comunidad LGBT bien pensante, quería reconocimiento legal a sus familias y la posibilidad de heredar sus propiedades o de pasar a su pareja su seguro médico, no, por ejemplo, atención médica para todos y todas -tengan o no pareja-. En fin, para lo que no había empatía era para les campesines y un grupo de insubordinades andrajoses se atrevía a decir que la tierra era para sembrar comida y no para construir aeropuertos que servirían para que los ricos viajen con mayor comodidad…
“Esta es una marcha gay, no una marcha por los pueblos, gay, entiendan”.
Nosotras… seguimos haciendo lo nuestro…
Para 2008 recibimos un financiamiento de la única financiadora para mujeres en México…y no salió carisimo…
De eso se ocupará la tercera parte de esta “breve crónica” que ya no está saliendo tan breve.
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